¿QUÉ ES EL DOLOR?
Podemos definir el dolor como una experiencia sensorial y perceptiva desagradable, asociada a un daño real o descrita en términos similares.
Nadie quiere sentir dolor, y es comprensible ya que como hemos dicho, es una experiencia que por normal general es desagradable. Pero si buscamos en los orígenes del dolor descubriremos que al igual que muchos comportamientos, tienen su explicación e importancia biológica.
¿POR QUÉ EL DOLOR TE CUIDA?
Gracias al dolor nos protegemos, modulamos o cambiamos nuestra forma de movernos y de relacionarnos con el medio que nos rodea. De hecho, este mecanismo puede ser tan efectivo que no puedas parar de pensar en él, ni hacer otra cosa.
Por otro lado, todos recordamos situaciones extremas donde nuestra supervivencia o de la otra persona ha estado en peligro, y aunque hayamos sufrido heridas, las olvidamos y luchamos por la supervivencia. Por ello, el dolor es una experiencia que no solo depende del estímulo doloroso, si no también de otros factores que veremos más adelante.
Por ejemplo, si me doy un golpe en el codo lo suficientemente fuerte, este lanzará una señal de alarma gracias al papel de unos receptores que tenemos a lo largo de nuestro cuerpo (nociceptores), hacia nuestro cerebro, desencadenando una serie de reacciones bioquímicas y eléctricas en el sistema nervioso central que harán que sintamos dolor en el codo. Pero también reacciones bioquímicas locales que harán que nuestro tejido se repare.
Además, este dolor y la experiencia que lo ha provocado quedarán guardados en distintas partes de nuestro cerebro, por lo que en futuras ocasiones evitaremos la situación o simplemente iremos con cuidado para no reproducirla.
Al igual que nuestras experiencias, nuestra percepción del dolor se sustentará en nuestro entorno y el aprendizaje que realicemos a lo largo de nuestra vida.
Sigamos con el ejemplo del golpe en el codo, imaginemos que este dolor no desaparece y perdura durante días. Ya sabemos que nuestro codo, y por ende nuestro cerebro, nos está informando de que nuestros tejidos están en riesgo. Por tanto, para intentar resolver la situación nos ponemos en manos de nuestros tutores o personas de confianza, las cuales nos informarán de que hacer, algunos ejemplos son:
- Ir al médico
- Tomar analgésicos y antiinflamatorios
- Hacer pruebas radiológicas
- Hacer reposo
- Etc.
Y además, recibiremos información de por qué duele: inflamación, estrés, exceso de actividad. Todo esto estará en relación a la experiencias de esas otras personas, pero no tienen porque justificar nuestro dolor.
EL DOLOR Y LAS EMOCIONES:
En último lugar, el término dolor generalmente se asocia además con múltiples emociones, como:
- Incomprensión
- Desamparo social
- Duelo
- Soledad
- Depresión
- Incapacidad laboral o social
Y esto es así ya que durante procesos de ¨dolor emocional¨ se producen cambios físicos en nuestra frecuencia cardiaca y respiratoria, secreción de hormonas del estrés o cambios en la tensión muscular.
En este caso puede que nuestro dolor de codo nos impida realizar nuestro trabajo cómodamente, practicar nuestra deporte preferido o recibir las críticas de nuestro jefe por no incorporarnos a nuestro puesto de trabajo.
Todo ello sumado hará que nuestro dolor se perpetúe, pero... ¿realmente la cantidad de dolor es proporcional al daño sufrido? NO, acabamos de ver que nuestra sensación de dolor estará influenciada por nuestras experiencias previas y conocimiento acerca de ello, nuestro entorno, y las emociones que conlleve el proceso.
Y si, las emociones también juegan un papel importante en el proceso de análisis. Conozcamos al psicólogo Paul Ekman, famoso en la década de los 80-90 por sus estudios de relación entre las emociones y las expresiones faciales.
Ekman comprobó que dando instrucciones a sujetos para componer distintas expresiones faciales que reflejaban dolor, ira o felicidad, los sujetos experimentaban estas emociones, partiendo de un estado emocional que nada tenía que ver con ello.
Como dato curioso, en este estudio de 1999, ya se encontraron evidencias de que aquellos pacientes que no recibieron un diagnóstico claro de sus terapeutas tenían una peor evolución, que aquellos que sí recibieron un diagnóstico . (2)
Comparemos nuestro golpe en el codo con el peso que soporta un jugador de fútbol cuando marca un gol y todos sus compañeros saltan encima de él para celebrarlo. En este caso, el jugador puede llegar a soportar varios cientos de kg, sin embargo al terminar la celebración el jugador sale sonriente y victorioso.
Todos hemos visto a niños pequeños caerse, llorar y volver a jugar casi al instante.
O mirar a los padres antes de empezar a llorar.
Otras personas describen tener dolor articular con los cambios de tiempo o la humedad y todos hemos oído a conocidos describir migrañas espantosas con la luz blanca, el chocolate, la menstruación.
¿Os suena el dolor del miembro fantasma? Básicamente es un dolor que experimentan las personas a las que se les han apuntado diferentes partes del cuerpo. ¿Por qué?
Porque aunque la parte del cuerpo ya no está, la zona del cerebro donde estuvo representado sigue ahí.
Nuestro cerebro decidirá si la experiencia es dolorosa o no en función de un complejo proceso de análisis, en el que intervienen nuestras experiencias previas y conocimientos, las emociones que ello conlleva y las influencias que nuestro entorno ejerce sobre nosotros.
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